
7.la decisión
Por fin he acabado el tour. No puedo más, estoy agotada, aunque me encanta hacer estos tours nocturnos voy a tener que replanteármelo, tendré que bajar el ritmo a solo un par por semana. Mientras me voy despidiendo de la gente, no puedo evitar pensar en Dreinea y su gente. Todos se han portado genial conmigo. Solo estuve cuatro días allí pero me sentí como en casa, aunque no quiera reconocerlo.
Creo que he tomado la decisión correcta, no estoy preparada para ser el siguiente oráculo. Hoy, hace una semana que volví y no puedo dejar de darle vueltas, no puedo dejar de pensar que quizá me he equivocado. Y para ser sincera conmigo misma, tampoco puedo dejar de pensar en él. No estaba contento cuando me fui, supongo que cree que soy una cobarde. Seguramente no volveré a verle nunca y quizá, solo quizá, sea mejor así.
Recuerdo perfectamente su reacción. Estaban entrenando, así que me dirigí a la central con paso seguro. Había tomado una decisión y no pensaba cambiarla. Entonces, ¿por qué estaba tan nerviosa? Subí a la planta de entrenamiento y pregunté en qué sala estaban. No me hubiera hecho falta preguntar, pues la pared de la sala era de cristal.
Me quedé completamente embobada mirando su estudiada coreografía. Denis y Julen se movían en completa sincronía. Sus cuerpos se alejaban y acercaban, marcando los pasos de un baile que ambos sabían seguir perfectamente. ¿Algún día podría moverme yo así? No sé por qué pasó ese pensamiento por mi mente, dado lo que acababa de decidir…
Parecían totalmente concentrados, tanto en su cuerpo como en el del contrario. Tanto, que llevaba ya un buen rato observándolos y no se habían dado cuenta de que estaba allí. Cuando estaba a punto de irme para volver más tarde, pararon. Entonces, un Julen jadeante, levantó la vista y me vio. Por un momento nos quedamos mirándonos fijamente, hasta que Denis que le estaba diciendo algo se dio cuenta de que no le estaba escuchando. Siguió su mirada y al verme, sonriendo me hizo una seña para que entrara en la sala.
—¡Hola! ¿Qué haces aquí? —me dijo Denis mientras me da un abrazo y un beso en la cabeza.
—¡Puaj! ¡Denis, estas sudadísimo! —intento alejarme unos pasos de él —. He venido a veros porque quiero hablar con vosotros —digo mientras me acerco a la pared del fondo donde hay armas colgadas. Todas perfectamente colocadas. Voy a pasar la mano por el filo de una espada corta, con un mango precioso en forma de cabeza de caballo, cuando una mano me sujeta por la muñeca.
—Yo que tú, no haría eso. No querrás cortarte, ¿verdad? —Julen está sujetándome la muñeca, mientras su pecho roza mi espalda cada vez que respira.
—Eh… no —logro encontrar mi voz.
—¿Qué quieres decirnos Erika? —interviene Denis. Que nos mira desde el otro lado de la sala, con el ceño fruncido. Rápidamente me alejo de allí y camino hasta él.
—Bueno, pues que, he estado pensándolo y…
—Y te vas —me corta Julen.
—Déjala hablar.
—Sí —digo dándome la vuelta para encararme a él. Y con lo que me encaro es con su pecho. Pero, ¿por qué no hace ruido al andar? Se ha quitado la camiseta. ¡¿Por qué motivo se quita la camiseta?! Doy unos pasos atrás, necesito espacio. No puedo pensar si tengo su pecho delante de la cara y no solo eso. Su olor, su olor me invade y me nubla el cerebro. Al andar hacia atrás choco con Denis. Parezco una bola del Pinball. Me alejo de los dos y me siento en medio de la sala, en el suelo, a lo indio —. Lo siento, pero no puedo hacerlo. Aparecerá otro oráculo. Yo no soy la indicada. Yo…quiero volver a mi vida.
—¿A tu aburrida vida? —me dice Julen.
—¡Y tú que sabrás! Además, sea aburrida o no, es mi vida. Así que me voy.
—¡Claro que lo sé! ¡Te estuve protegiendo durante meses! ¿Recuerdas?
—¡Me da igual lo que tú pienses! ¡Me voy y punto! —no sé como, pero vuelvo a estar de pie frente a él. ¡Dios! Si es que me saca de mis casillas.
—Erika… —ese es Denis —. ¿Te vas? ¿Te rindes?
—Yo… lo siento Den —digo acercándome a él —. Sé que tú elegiste luchar, protegerme. Y no lo merezco. Si me quito de en medio, dejareis de preocuparos por mí. Ya no estaré en peligro y vosotros no tendréis que hacerme de canguro. Es lo mejor para todos.
—¿Es lo mejor para todos? ¿Eso crees?
—¡Julen! Déjalo, si quiere irse, está en su derecho de hacerlo. Te acompañaré a casa — Julen aprieta la mandíbula tan fuerte, que seguro que se ha hecho daño. Se queda mirándome durante unos segundos, la vena de su cuello late con fuerza. Por sus ojos pasan diferentes emociones, pero cuando apenas empiezo a leerlas, se da la vuelta y se marcha.
—Gracias por el tour Erika, ha sido genial —me dice uno de los chicos que han asistido esta noche, devolviéndome a la realidad.
—De nada, gracias a vosotros por venir —mientras veo como se van alejando, empiezo a pensar de nuevo en él, no puedo quitármelo de la cabeza.
—¿Soñando despierta? —doy un respingo, no hace falta que me gire para saber de quién es esa voz, he pasado demasiado tiempo pensando en ella.
—Hola Julen, tú tan simpático como siempre… ¿Qué haces aquí? ¿Hoy no tienes que salvar el mundo? —me doy la vuelta para mirarle y quizá no debería haberlo hecho. Se ha dejado una barba de días y si antes ya era sexy, ahora bueno…mejor ni lo pienso.
—Menos cachondeo nena… tenemos que hablar. En privado. Vamos a tu casa.
—Caray, tú sí que sabes ir al grano —le digo mirándole.
—Vamos —está muy serio, algo ha pasado.
—¿Qué ha pasado? ¿Denis está bien?
—Aquí no. Y sí, tu novio está bien —me coge de la mano y tira de mí hacia la boca del metro.
—No es mi novio. ¿Y por qué no ha venido? —le digo mientras bajamos rápidamente las escaleras.
—Vaya gracias, yo que pensaba que te haría ilusión verme —me guiña un ojo por encima del hombro —. Con lo que yo te he echado de menos…
—Ya, seguro —subimos al vagón y no decimos nada más hasta que llegamos a la puerta de mi piso.
—Que recuerdos… —dice pensativo.
—¿Sí? ¿De qué?
—A ti te lo voy a decir… Ya sabes que viví aquí algún tiempo. Sólo son…recuerdos —dice mientras entramos en mi piso y voy encendiendo luces.
—Siéntate, ¿quieres algo de beber?
—Un poco de agua.
—Vale, ahora vengo —le dejo merodeando por el salón. Cuando vuelvo está mirando las fotografías que tengo en la estantería del salón —. Bueno, ¿qué ha pasado?
—Es Nerisa —deja el marco de fotos en la estantería otra vez y me mira —. Ha desaparecido y el libro también.
—¡¿Qué?! ¿Pero cómo es posible?
—Bueno, eso no lo sabemos aún.
—¿Sabéis dónde está? ¿Quién la tiene?
—No. Tenemos algunas suposiciones, pero nada claro. Necesitamos ayuda para encontrarla. Los que se la han llevado, lo han hecho muy bien. No han dejado rastro.
—¿Y por qué vienes a verme a mí? Yo no sé nada —me mira fijamente y levanta una ceja. —No.
—Ya estamos…como te gusta decir que no ¡eh! ¡Si aún no te he pedido nada!
—Pero vas a hacerlo ¿verdad?
—Verdad. Te necesitamos. Solo tú puedes ayudarnos.
—Buscad otro oráculo.
—No hay más oráculos, no crecen como setas…
—¡Pero yo dije que no!
—Lo sé. Pero tenía la esperanza de que cambiaras de opinión. Los demás…bueno, dijeron que no viniera. Que debía respetar tu decisión, pero yo sé que nos ayudarás. Tenemos que encontrarla. Si ese libro cae en las manos equivocadas, todos podríamos estar en grave peligro —me coge las manos y me acerca a él. Le miro —. ¿Nos ayudarás?
—Quiero ayudaros, pero de verdad que no sé cómo Julen. ¿Qué puedo hacer yo? No tenemos el libro. Y yo…
—Tú puedes hacerlo, lo sé.
—¿Crees que puede tenerla la gente con la que soñé? Ella me dijo que no me había enviado ningún sueño, que puede que ese fuera mi poder como oráculo, tener sueños reveladores. Hablé con ella antes de irme de Dreinea y me dio algo —me suelto de sus manos y me acerco a la mesilla que hay junto al sofá y saco el colgante que me dio Nerisa —. Ella me dijo que esto quizá me ayudaría.
—Es una piedra llave. No es como las nuestras. Los guardianes tenemos una cada uno y nos sirven para entrar y salir de Dreinea. ¿Te acuerdas? —dice sacando la suya de debajo de la camiseta y mostrándomela —. Pero la tuya seguramente tenga alguna función más. ¿Te explicó algoacerca de ella?
—No, solo me la dio y me dijo que aunque decidiera no ser el siguiente oráculo, me la quedara porque podría serme útil en algún momento —cuando me la dio, recuerdo que no sabía que decir. Es una piedra de un verde turquesa precioso, tornándose ámbar en el centro. Está rodeada de unas filigranas de plata que la protegen y cuelga de una cadena no muy gruesa.
—Oráculos y sus mensajes misteriosos…
—¿Crees que estará bien? —me giro para mirarle mientras me cuelgo la piedra del cuello. Estamos sentados el uno al lado del otro en el sofá. Y de repente, me doy cuenta de que estamos solos, en mi piso.
—No lo sé —susurra y levanta la mano lentamente, hasta ponerla en el lado de mi caraacariciándome el pómulo con el pulgar. Se inclina y yo aguanto la respiración. Acerca su boca a mi oído y susurra: —De verdad que te he echado de menos.
—Julen…
Respiro hondo, su olor me inunda y huele tan bien… No huele a ninguna colonia, solo a limpio y a Julen. Su mano baja por mi cuello y su nariz la sigue. El corazón me late tan rápido que no puedo pensar, levanto mi mano y acaricio su cara, su barba raspa mi mano. Se separa un poco y nos miramos fijamente, empezamos a acercarnos, respiramos el mismo aire, estamos tan cerca que puedo sentir su sabor en la lengua. Quiero lamer sus labios, morderlos, besarle. No sé cuánto rato estamos así, muy cerca pero sin rozarnos, cuando de pronto suena el timbre. Nos separamos sobresaltados y rápidamente me levanto y voy abrir. Julen pone su mano sobre la mía, ya en el pomo de la puerta. Estoy tan alterada, que ni siquiera me he dado cuenta de que venía detrás de mí.
—Mira por la mirilla primero —me susurra al oído. Y yo lo hago.
—Es Mía —él asiente apartándose para que abra.
—¡Hola Loca! —Mía entra como un torbellino, pero al ver a Julen detrás de mí se para en seco —. ¡Tú! ¿Qué haces aquí? No irás a llevártela otra vez ¿no? —los empujo hacia dentro y cierro la puerta, no hace falta que los vecinos se enteren de esto.
—¡¿Se lo has contado?! —Julen me mira muy cabreado.
—¿Qué podía hacer?
—Cerrar la boca, por ejemplo —me dice seco.
—¡Desaparecí durante casi una semana, sin decir a dónde iba! —cuando volví de Dreinea busqué a Mía y Pol. Cuando salimos de la discoteca, todo se fue de madre y estuve cuatro días fuera. Ellos estaban muy cabreados, me había ido sin avisar. Cuando les expliqué todo lo que había pasado apenas podían creerme. No les dije nada de Denis, aunque ahora no sé si hice bien.
—¡¿Y?!
—Mira, quizá tú no tengas a nadie que se preocupe por ti, ni dónde estás, ni qué haces, pero yo sí —Julen contrae el gesto por un momento y me arrepiento de haber dicho eso —. Además yo consideré oportuno decírselo y punto.
—Pues no creo que lo hayas considerado muy bien, la has puesto en peligro.
—Pol también lo sabe —dice Mía y se queda tan ancha —. ¿Qué? No me mires así Erika, acaba de decir que estamos en peligro. Si Pol también lo sabe, él también lo está ¿no?
—Vale, ¿qué hacemos ahora? —digo resoplando, cuando de pronto suena el teléfono de Julen.
—Dime Alfredo.
—¿Dónde estás?
—En Barcelona.
—Te dije que no fueras a buscarla.
—La necesitamos —se acerca a mí, se sienta a mi lado en el sofá y empieza a recorrerme el brazo con sus dedos distraídamente. Yo me quedo muy quieta. Menos mal que Mia se ha ido a la cocina a por algo de beber. Cuando Julen se da cuenta de lo que está haciendo, retira la mano como si mi piel quemara y se levanta empezando a pasear por el salón.
—¿Aceptará su destino?
—Aún no lo sé.
—Necesitamos que vuelvas, ahora. Tenemos algunas pistas de donde podrían tener a Nerisa.
—De acuerdo, me pongo en marcha. Pero…tenemos un problema.
—¿Cuál?
—Erika le ha explicado todo a sus amigos.
—¡¿Qué?!
—Sí, ya lo sé.
—Eso podría complicarlo todo.
—¿Crees que es buena idea que vengan todos a Dreinea? —al oír la pregunta de Julen Mía y yo le miramos sorprendidas—. Ahora están todos en peligro gracias a la señorita “No sé guardar un secreto”…
—Sí. Quizá sea lo mejor. Después ya pensaremos qué hacer.
—De acuerdo, en seguida nos ponemos en marcha.
—Bien.
Cuando cuelga se gira hacia nosotras y haciendo que Mía se atragante con su bebida dice:
—Nos vamos a Dreinea. Mía avisa a Pol, le recogeremos en treinta minutos en su casa. Erika, coge algo de ropa y lo que vayas a necesitar para pasar un tiempo allí. Tienes dos minutos.
Jolines con los dos minutos...que obsesión, pienso en decirle algo pero me callo y voy rápidamente hacia mi habitación, no está el horno para bollos. Cojo una mochila y meto un poco de todo además de un par de libros y mi iPod. Después, vamos a casa de Mía para que también recoja sus cosas.
Mientras esperamos que Mía prepare su mochila, nos sentamos en el sofá. Julen está muy callado mirando al frente. ¿Qué estará pensando? Me adelanto a cualquier cosa que vaya a decir y le digo:
—Acepto, quiero ayudar. Ella lo haría por mí y vosotros también.
—¿Estás segura? ¿Aceptas tu destino como oráculo?
—Sí. No —respiro hondo y le miro a los ojos—. No lo sé. Esto es una locura, pero quiero ayudar, así que acepto mi destino, acepto ser el oráculo, aunque no sé bien que significa. Y…estoy muerta de miedo —me acaricia lentamente la cara.
—No tengas miedo, yo estaré contigo. Pero antes de nada quiero hablar contigo de algo.
—¿De qué?
—Esto es peligroso Erika, no es un juego. Las personas que se han llevado a Nerisa y el libro, no son delincuentes de poca monta. Piénsalo, ¿quién podría querer un libro con el que se podría someter al mundo? Debemos encontrar a esa gente, pero no quiero ponerte en peligro a ti y cómo pudiste comprobar la primera vez que fuimos a Dreinea, no puedo protegerte en todo momento. Y menos si estamos solos.
—¿Qué quieres decir con todo eso?
—Que quiero que entrenes. No vas a ser una súper guerrera en dos días, ni en dos meses, pero con que sepas las técnicas básicas para defenderte y huir, me vale.
—¿Tenemos tiempo?
—No estoy seguro. Alfredo ha dicho que tienen una pista.
—De acuerdo, iremos a ver si la encontramos.
—No creo que tú debas ir. Por ahora, te quedarás en Dreinea, entrenarás y lo que es más importante, debes intentar encontrar tu don como oráculo y aprender a hacerlo servir, eso nos ayudaría muchísimo.
—Pero yo quiero ir a buscarla también.
—Solo conseguirás ponerte en peligro y a los demás también. Por favor, hazme caso. Buscaré a alguien que te ayude a entrenarte.
—¿No puedes enseñarme tú?
—¿Quieres que te enseñe yo? —parece sorprendido.
—Claro, eres como un ninja, te he visto —se ríe a carcajadas—. ¡No te rías de mí!
—Es que eres muy graciosa —me dice dándome un golpecito en la nariz con su dedo—. De acuerdo, iré a investigar esas pistas y después entrenaremos.
—Vale, pero yo quiero ir.
—Erika…
—¡Por favor! Quizá pueda ver algo... —se me queda mirando por un momento y me sonríe.
—Eres una cabezota —susurra muy cerca de mi cara. Se levanta de golpe y tira de mí—. En marcha. ¡Mía! Estés lista o no, ¡nos vamos!
Cuando logramos sacar a Mia de su casa y con una sola mochila, lo cual tiene mérito, nos subimos al coche y vamos a casa de Pol. No nos coge el teléfono, pero de todas formas vamos a su casa.