
2.el grito del silencio
Cogemos el metro y llegamos a la puerta del local, está abarrotado de gente. Distinguimos a Pol esperándonos cerca de la puerta. No es difícil, con su metro noventa y su envergadura, no pasa desapercibido. Le saludamos con la mano y se acerca enseguida a nosotras.
—Bueno, bueno, bueno, ¿que tenemos por aquí? Mis dos chicas preferidas… —dice él sonriendo y acercándose para darnos dos besos a cada una.
—Eso será hasta de aquí a un rato, que se te encarame alguna rubia al cuello y te olvides de nosotras. Vamos adentro —le contesta Mia muy seria y empieza a andar hacia la entrada del local, sin mirar si la seguimos.
—Buff, ¿y a esta que le pasa hoy?
—Déjala, tiene un mal día. Vamos —miento, porque yo tampoco tengo ni idea de que le pasa.
Una vez entramos al local, veo que no está nada mal, la música no está excesivamente alta, se puede hablar sin gritar demasiado. A la izquierda, hay varias mesas de billar, a la derecha, la barra y algunos espacios con sofás y mesas altas, y al fondo, hay un escenario. Mia me comentó, que una vez a la semana traen grupos y tocan en directo. En el centro hay un enorme espacio que sirve de pista de baile. Por ahora, no hay mucha gente y se puede ver dibujado en el suelo el logo y nombre del local. Es una especie de silueta humana, en una postura un tanto imposible, que simula que está gritando. O al menos eso me parece a mí. Nos dirigimos a la barra, donde está Mía ya rodeada de un grupo de chicos.
—No pierde el tiempo. Parece que ya se le ha pasado el mal día —me dice Pol mientras vemos como Mia ríe y bromea con esos chicos.
Resoplo, me cojo a su brazo y le arrastro hacia la barra—. Vamos a tomar algo, que parece que lo necesitamos. ¿Qué quieres? A la primera invito yo.
—No, no, de eso nada, las chicas no pagan.
—Pol por Dios, ¡¡no seas anticuado!! Te he dicho que te invito y punto, ¿Qué quieres tomar?
—Vale, ¡pero la siguiente la pago yo!
—Valeeee. Pero, dime de una vez. ¡¡¿¿Qué vas a tomar ahora??!!
—No te pongas así…
—Poooool, ¡ya!
—Un ron con cola —me dice mientras me hace el saludo militar.
Yo resoplo y me doy la vuelta para llamar al camarero, pero no lo veo por ninguna parte, debe haber ido al almacén. Me inclino sobre la barra, porque es muy larga y ahora ya está tan llena de gente que no puedo ver el final. Una mano me sujeta del hombro y otra por la cintura, justo cuando mi zapato resbala y me inclino peligrosamente hacia delante. ¡Qué susto joder! Casi me caigo de cabeza, me estoy girando dando las gracias, cuando me quedo sin habla. Pensaba que Pol me había cogido pero no, frente a mi tengo a mi vecino, me lo quedo mirando sin decir nada. Sus manos están ahora en mi cintura.
—¿Estás bien? ¿Te has hecho daño?
—Sí, estoy bien, no ha sido nada. Gracias por cogerme. ¿Qué haces tú aquí?
—Pues supongo que lo mismo que tú y prácticamente toda la gente que hay aquí, tomar algo, pasar el rato, bailar y esas cosas —me dice con una sonrisilla.
—Mmm…si claro. Creo que ya puedes soltarme, creo que no voy a volver a resbalar.
—¿Estás segura? —sonríe y finalmente me suelta y se aleja un paso de mí.
Por el rabillo del ojo veo al camarero, así que me giro hacia la barra y levanto el brazo para llamar su atención, en seguida se acerca.
—Dime preciosa, ¿qué vas a tomar?
¿Preciosa? pienso mientras lo miro raro —. Mm…pues supongo que un ron con cola para mi amigo y uno con limón para mí.
—Perfecto, enseguida los tienes —me guiña un ojo y se pone a preparar los cubatas. Eso, eso tú a lo tuyo, que es preparar bebidas, pienso. Nunca me han gustado los tíos que no te conocen de nada y van soltando lindezas…Cuando me giro veo a mi vecino también mirando al camarero con el ceño fruncido. Debería decirle algo supongo, pero no sé el que, me pone nerviosa.
—Mm…bueno y ¿qué tal? —genial Erika, muy original. Me mira con una sonrisa burlona…
—Bien, aquí pasando el rato —vaya dos conversadores.
—Aquí tienes guapísima —me dice el camarero dejando las bebidas delante de mí.
—Gracias —le contesto educada pero seca. Me giro buscando a Pol, pero no lo veo.
—Si buscas a tu novio, está allí —me dice el vecinito señalando a Pol y Mía, que están un poco apartados del grupo de chicos con los que ella estaba antes. Parece que están discutiendo, que novedad. Empiezo a hacer aspavientos con los brazos para llamar su atención. —Parece que no te ven… —dice Marc sonriendo.
—Primero, no es mi novio, sólo mi amigo. Y segundo, sí, parece que no me ven. Cuando discuten no ven nada más…—de repente Pol levanta la vista como si me hubiera oído, le dice algo a Mia y se empiezan a acercar los dos, manteniendo una distancia de seguridad entre ellos… Cuando Mia se da cuenta de quien hay a mi lado, su mirada y su postura cambian. Oh, oh, se ha puesto en modo leona.
—Hola, ¿no me presentas a tu amigo Erika? —me dice en cuanto llega hasta nosotros.
—Claro, Mía, Pol, él es Marc, mi vecino, Marc ellos son mis amigos Pol y Mía —se dan la mano y dos besos respectivamente. —Mmm…Pol, ya tengo tu bebida —le digo mientras se la paso.
—Bueno, yo tengo que irme. Ya nos veremos, supongo —me dice Marc, mientras se da la vuelta para irse. Supongo que no es muy sociable…o Mía lo ha asustado con sus dos efusivos besos y abrazo con restregón de delantera correspondiente, aunque no parece de los que se asustan fácilmente.
Un rato después mi mirada encuentra a Marc. Por alguna extraña razón, no puedo dejar de mirarle. Hay algo en él que me hace sentir como si tiraran de mí, noto una fuerza que quiere arrastrarme a cualquier precio. Está en el otro extremo de la sala, sus ojos se encuentran con los míos y ahí está de nuevo ese tirón desde mi interior, puedo sentir como si mi estómago se pusiera del revés. No puedo desengancharme de su mirada, es como si todo lo que hay entre los dos hubiera desaparecido, como si estuviera solo a un paso de mí.
Rompemos el contacto visual cuando Pol se interpone entre nosotros. Cuando me inclino un poco, para mirar por el lado de Pol hacia donde había estado, ya no está allí, se ha esfumado en una fracción de segundo. Recorro la sala con la mirada y no le veo. Quizá se haya marchado. De pronto, me doy cuenta de que Pol está hablando y no he escuchado ni una sola palabra de lo que ha dicho hasta ahora.
—¿Hola? ¿Estás ahí? Que te pasa, estás como ida… —me dice, mirándome preocupado.
—Sí, sí. Perdona, me pareció ver a un compañero de trabajo… —mejor decirle eso que la verdad. Que estoy mirando a mi vecino y espiándole como una acosadora de manual…o que nos hemos quedado mirándonos el uno al otro y que seguramente se podría haber derrumbado la discoteca sobre nosotros y aún así hubiéramos seguido sosteniéndonos la mirada.
—Bueno y, ¿vas a ir a saludarle?
—Mmm…no, lo he perdido de vista.
—Ah vale. Bueno, pues como te estaba diciendo. Tú amiguita ya está haciendo de las suyas, va más que perjudicada…no para de restregarse con los tíos…deberíamos sacarla de aquí, ya.
—Claro, pero eso no va a ser fácil ya lo sabes ¿no?
—Sí. Pero hay que intentarlo. Va a salir de aquí por las buenas o encima de mi hombro, ella elige.
—Uiixx, eso no me lo pierdo, ¡puesto que creo que será la segunda opción! —digo riéndome y caminando hacia el centro de la pista, donde puedo ver que se ha formado un círculo y me apuesto lo que sea, a que Mía está en medio de él.
Efectivamente, llegamos al centro de la pista y allí está mi loca amiga, contoneándose bajo la atenta mirada de media docena de hombres. No puedo evitar acercarme a ella moviendo el esqueleto y apartando a los moscones que tiene rodeándola. Me acerco a su oído para hablarle, mientras veo como Pol va cogiendo posiciones para mantener a los tíos alejados.
—Mía, Mía, te estás portando muy, muy mal —le digo al oído con una sonrisa.
—Buff, ¿ya venís a aguarme la fiesta? —resopla y se planta con las manos en las caderas mirándome muy seria.
—Creo que es hora de irse.
—Pues yo creo que no, así que media vuelta y dejadme tranquila. Que lo estaba pasando genial, con estos bomboncitos —me dice mientras le guiña un ojo a un chico moreno que está cerca.
—Mía déjate de chorradas y vámonos ya. Ya has bailado suficiente, vámonos antes de que a uno que yo me sé, le dé un ataque.
—¿A quién? ¿A don aburrido? ¡Pues que se vaya él con viento fresco! —dice gritando en dirección a Pol. Éste la mira muy serio y le advierte siseando.
—O mueves tu culo fuera del local solita y vamos a tomar unos cafés para despejarte, o te subo a mi hombro y te saco yo.
—¡Pero qué dices! ¡Tú estás loco! ¡Dejadme tranquila! ¡Iros vosotros! —dice gritando encarándose a Pol. Veo como él resopla y aprieta la mandíbula. Creo que está llegando al límite de su aguante. Esto se pone interesante. Pol se agacha, le pasa un brazo por detrás de las rodillas y se la echa al hombro. La cara de Mía no tiene precio. Después de un momento de desconcierto, empieza a gritar y a decirle a Pol de todo menos bonito, a la vez que golpea su espalda con las manos. Yo no puedo para de reír mientras los sigo hacia la salida.
—Mía deja de insultarme y golpearme, no seas malcriada. Estoy cuidando tu honor —dice Pol con una mueca de burla en los labios.
—¡Pero tú te has vuelto loco! ¿De dónde te has escapado? ¿¿De la edad media?? ¡¡Suéltame cavernícola!!
—Técnicamente, en la edad media no había cavernícolas. En todo caso sería un caballero…
—Erika, guarda tus lecciones de historia para otro día guapa.
—Vale, vale. Ya me callo —digo levantando las manos.
—Pues me gusta eso de caballero andante…
—Sí, sí, seguro. Tú serías un caballero de blanca armadura… —le dice ella.
—Pues podría haberlo sido.
—¡¡Tú como mucho serías el bufón de la corte!!
A Pol se le corta la sonrisa en el acto, para dejar paso al ceño fruncido. Yo no puedo parar de reír. Me acerco al guardarropa a recoger nuestras cosas. Mientras, veo como uno de los porteros se acerca a ellos y le pregunta a Mía si todo va bien. Ella explota.
—¡¿Pero, cómo que si todo va bien?!! ¡¡¡Pues no me ves!!! ¡Estoy colgada sobre el hombro de este cretino!
—¡Que no me insultes! —dice Pol dándole un cachete en el culo.
Mía se calla en el acto. Su cara se va transformando poco a poco, de histérica pero divertida, a cara de mala leche total. Me acerco corriendo y le hablo antes de que suelte alguna perla por esa boquita.
—Oye relájate, ¿vale? Vamos a tomar un café. Y ahora hablamos ¿sí? Pol, creo que ya puedes soltarla.
—¿Estás segura? —suena inseguro. Creo, que sabe que se ha pasado y la que le va a caer va a ser buena…
—Sí, bajala y vayamos a la cafetería.
Pol la deja suavemente en el suelo y al levantarse se queda delante de ella, muy cerca, tanto, que me tapa la vista de Mía. Pero de repente, se oye una bofetada. Me muevo rápido para ponerme al lado de ellos y veo a Pol sujetándose un lado de la cara y a Mía respirando muy rápido y aguantándose las lágrimas, mientras se muerde los labios. Oh, mierda… Ella se da la vuelta y empieza a caminar, Pol reacciona al segundo y la sigue corriendo. Yo voy a empezar a caminar, cuando noto que alguien me coge del brazo y tira de mí en dirección a la esquina.
De pronto, me veo aprisionada contra la pared, con una mano sobre mi boca y otra sujetando mis muñecas por encima de mi cabeza. Pero qué… levanto la vista y me encuentro con la cara de un tío a unos pocos centímetros de la mía, su cuerpo está casi pegado al mío, me mira entrecerrando los ojos y sisea acercándose más:
—Quédate quietecita y no grites…
—Mmm…— será imbécil, cómo voy a gritar si me está tapando la boca. Empiezo a ponerme nerviosa, ¿quién es este tío y qué quiere de mí? Joder, joder, por mi cabeza pasan esos cientos de libros que he leído de secuestros, violaciones, asesinatos… y todas esas noticias de chicas que violan en callejones… ¡Ay, madre mía!! Noto como un sudor frío empieza a recorrerme la espalda. A ver, cálmate, me digo a mí misma, ¿qué sé de autodefensa?, en realidad creo que no mucho, sólo algo que leí en un libro una vez, pisar el pie, rodillazo en sus partes, algo llamado el cortacésped, cosa que no es viable, porque tengo las manos sujetas. Tengo que intentar lo del pisotón y el rodillazo. Vale, pero hay que esperar al momento oportuno. Tengo que tranquilizarme.
—Mi jefe va estar muy contento, por fin he logrado cogerte.
¿Pero qué dice éste tío? ¿Quién es su jefe? ¿Y por qué me quieren a mí? Pienso, mientras intento mantener la calma.
—Vamos, en cuanto llegue el coche nos largamos. Deben estar a punto de llegar—me dice mientras tira de mí. Mantiene una mano en mi boca, y me coge las muñecas con su otra mano sujetándolas detrás de mi espalda.
Empezamos a andar, intento resistirme, pero él me empuja. Ahora ya no puedo darle el pisotón, ni el rodillazo. ¡Qué voy a hacer! Podría pegarle un bocado, me da mucho asco, pero no pienso ir a ninguna parte con este tío. Es ahora o nunca, nos estamos alejando cada vez más de la concurrida calle de la discoteca. Si le muerdo y consigo correr hasta la esquina, puede que esté a salvo. Me mentalizo de ello. Aprieto mis dientes contra su mano lo más fuerte que puedo y me suelta automáticamente. Me giro para salir corriendo, pero cuando apenas he dado dos pasos me coge del pelo y tira de mí hacia él.
—¡Suéltame!
—¡Te he dicho que te calles, joder! ¡Zorra, me has destrozado la mano! — sigue tirándome del pelo, mientras pone su mano ensangrentada frente a mi cara. —Te vas a arrepentir de esto.
—Suéltala.
—Pero qué…
—He. Dicho. Que. La. Sueltes.
Conozco esa voz. Dice cada una de las palabras en voz baja y tranquila, pero no exenta de una velada amenaza. Mi secuestrador y yo, miramos allí de donde procede la voz. No me lo puedo creer, efectivamente, es mi vecino. Pero que hace este aquí, ¿cómo nos ha encontrado?, ¿estaría pendiente de mí?, a ver Erika céntrate, lo importante es que está aquí y eso me da una posibilidad de escapar, ya que mis intentos de fuga han sido sumamente penosos…
—Pero ¿y tú quién eres? Lárgate antes de que te de lo tuyo a ti también.
—Lo dudo mucho —Marc se está acercando poco a poco, se ha puesto una sonrisilla de suficiencia en la boca, pero sus ojos son completamente amenazadores.
—¡No te acerques más!
—¡Suéltala! Ahora.
—Joder, como quieras —me da un empujón que me hace chocar contra la pared, me golpeo la cabeza y desorientada caigo al suelo. Levanto la vista y no sé si es porque estoy un poco mareada, pero los movimientos de Marc son tan rápidos que se ha vuelto borroso. Se oye un golpe sordo y sé que mi secuestrador está en el suelo. En lo que me parecen unos segundos, Marc está a mi lado sujetándome para ayudarme a levantarme del suelo. Levanta mi cara y examina mi golpe con cuidado de no tocarme mucho.
—Puede que necesites puntos, en cuanto que lleguemos te lo miraran. Venga, vamos. Seguro que no tardarán en llegar más de ellos. ¿Puedes caminar? —pregunta mientras me mira a los ojos sujetándome la cara aún entre sus manos.
—¿Más de ellos? Él dijo que cuando llegará el coche, nos iríamos. ¿De quiénes habla? ¿Qué está pasando?
—Mierda, ahora no es momento de explicarte nada. Tenemos que salir de aquí cuanto antes. ¡Vamos! —dice mientras me arrastra hacia la calle de la discoteca. —Tengo el coche aquí mismo.
—¡¿El coche?! ¡Ahora eres tú quien me quiere secuestrar!
—Cálmate y deja de gritar. Yo no te quiero secuestrar. Sólo quiero ponerte a salvo, es mi obligación, créeme, desearía estar en cualquier otro lugar ahora mismo.
—¡Pues déjame aquí y lárgate!
—No puedo, eres mi responsabilidad, cuando estés a salvo me marcharé.
—Tengo que buscar a mis amigos, me estarán buscando. Pueden estar en peligro también.
—Ellos estarán bien, no les buscan a ellos. Vamos, este es mi coche, sube —me dice mientras me empuja para que entre en el coche por el asiento del pasajero y empieza a colocarme el cinturón. De pronto, se oye el chirriar de unas ruedas al final de la calle.
Marc maldice por lo bajo, cierra la puerta y pasa corriendo por la parte delantera del coche para subirse al asiento del conductor.
—Creo que lo mejor es quedarnos aquí para evitar una persecución, agáchate, ya se acercan —el coche negro pasa a toda velocidad por nuestro lado, sin reparar en nosotros.
—¿Pero, quiénes son? —me tiembla la voz, no puedo evitarlo. Estoy muy asustada, no sé qué está pasando, ni siquiera conozco bien a mi vecino. ¿Por qué hace esto? ¿Quién es esa gente?
—Son gente que te está buscando.
—Bueno, eso no resuelve mis dudas… ¿Y tú, quién eres tú? —Se gira hacia a mí, aún no ha arrancado.
—Eso lo sabrás dentro de poco, cuando lleguemos a Dreinea. —después, no dice nada más.